El Madison Square Garden brillaba intensamente a principio de los años setenta. Una atrayente constelación de estrellas regía el cielo de Nueva York y dominaba la NBA bajo la batuta del sabio Red Holzman. Dos anillos de campeones (1970 y 1973) certificaban la supremacía de los Knicks, comandados por leyendas como Walt Frazier, Willis Reed, Dick Barnett, Earl Monroe, Dave DeBusschere y Bill Bradley. Los héroes inmortales de la ‘Gran Manzana’ se habían convertido en verdaderos referentes para millones de niños que se veían obligados a emigrar en busca de una vida mejor. Patrick Aloysius Ewing era uno de ellos. Tenía 12 años y dejaba atrás su país, Jamaica, para emprender un duro y largo viaje a Cambridge, donde dio sus primeros pasos como jugador de baloncesto en un camino no exento de dificultad y sacrificio.
El gigante de Kingston terminó por explotar su portentoso físico y cautivó a los ojeadores. Aceptó la beca de la Universidad de Georgetown y lideró a los Hoyas, dirigidos por John Thompson. Ewing cumplió las expectativas. Acarició muy pronto el título de la NCAA. North Carolina, con Jordan y Worthy como abanderados, le privaron de un campeonato que sí lograría ante los Cougars de Olajuwon tras firmar 16,4 puntos y 10 rebotes por partido. En su etapa sénior perfeccionó el juego en la zona y guió a su equipo a su tercera final en cuatro años. La ajustada derrota ante los Wildcats no iba a mermar su ambición de codearse con los más grandes.
‘Pat’ se convirtió en el diamante más codiciado. Hasta siete franquicias se interesaron por el número 1 del draft de 1985, en el que, por primera vez, aparecía un español: Fernando Martín, seleccionado por los Nets en el puesto 38. El destino del center africano, ya con pasaporte estadounidense, no podía ser otro que Nueva York, tal y como deseaba. Los Knicks recuperaban la alegría después de haber perdido a su máxima figura, Bernard King. El francotirador de Brooklyn dejó el listón muy alto antes de romperse el ligamento anterior cruzado de su rodilla derecha, como acreditaban sus casi 33 puntos por encuentro. Una presión añadida más.
Julius Erving y Moses Malone le esperaban en su debut en la NBA. Y ‘Hoya Destroya’, apodo que se ganó como universitario, respondió de manera notable. 18 puntos, seis rebotes y tres tapones ante unos Sixers que no tuvieron piedad con el osado novato de 213 centímetros y 110 kilos. ¿Quién dijo miedo? La mala temporada de los neoyorquinos no le privó de ser elegido rookie del año. Sus números rozaron las dobles figuras: 20 puntos, nueve rebotes y dos tapones por choque. Pero todo se torcería en 1986. Los problemas físicos se cebaron con Ewing y le obligaron a parar. Una vez superada su lesión de rodilla, Rick Pitino se encargó de hacerle madurar junto a dos nuevos refuerzos: el base Mark Jackson y el ala-pívot Charles Oakley. No obstante, la competencia seguía siendo demasiado dura para alcanzar cotas mayores en los play-off. Se demandaban más cambios.
La sólida apuesta por el técnico Pat Riley -cuatro anillos al frente de los Lakers– marca un verdadero punto de inflexión a partir de 1991. Sin embargo, los Bulls de Jordan se convirtieron en la auténtica bestia negra de los guerreros de la ‘Gran Manzana’, que dejaron escapar un 2-0 a su favor en la final de la conferencia Este de 1993. La revancha no se hizo esperar. Un año después, los Knicks aprovecharon la primera retirada de Jordan para apear a Chicago en segunda ronda (4-3). El camino estaba despejado. Ewing asumió el mando sin titubeos y ejerció de verdugo ante los Pacers de Reggie Miller en el séptimo duelo de la serie: 24 puntos, 22 rebotes, siete asistencias y cinco tapones. Sencillamente, magnífico.
Houston aguardaba en la final, con Olajuwon en estado de gracia. El cara a cara entre Patrick y Hakeem resultó espectacular, repleto de acciones de calidad. Nueva York acariciaba el anillo al término de la quinta batalla merced a la infinidad de recursos de su jugador franquicia. El número 33 reivindicó su condición de líder con 25 puntos, 12 rebotes y ocho tapones. Aplastante.
Los neoyorquinos tenían que rematar a su adversario. John Starks se jugó el triple de la victoria en el sexto partido, pero Olajuwon taponó el lanzamiento y llevó la serie al séptimo y decisivo envite. Un duro golpe del que no supieron reponerse los pupilos de Riley. Los Rockets no lo desaprovecharon y sumaron su primera corona ante la impotencia de Ewing, que se vio superado por la estrella texana a pesar de sus 19 puntos por noche.
Afortunadamente, la vida suele deparar segundas oportunidades si se trabaja con tesón y ahínco. Es lo que se repetía el pívot de origen jamaicano para mantener la esperanza, alimentada con el ‘aterrizaje’ de Allan Houston y Larry Johnson. Los Knicks mandaban 3-1 ante Miami en las semifinales de conferencia de 1997 hasta que una polémica decisión de los colegiados les cortó las alas. Una pelea entre P.J. Brown y Chris Childs provocó la suspensión de varios jugadores neoyorquinos, lo que facilitó la remontada a los Heat de Alonzo Mourning. Otra frustración más. A la campaña siguiente, Ewing se lesionaba la muñeca y su equipo quedaba eliminado en segunda ronda por cuarto año consecutivo.
Con 36 años, ‘Pat’ aún gozaría de una última bala en su búsqueda del anillo. Latrell Sprewell y Marcus Camby aportaron un aire fresco a la plantilla. Pocos apostaban por el conjunto de Van Gundy después de finalizar en la octava plaza del Este en año del lockout. La sorpresa fue inmediata. El primer enemigo abatido fue Miami, primer clasificado de su conferencia, gracias a una canasta sobre la bocina de Houston. Acto seguido, los de Nueva York eliminaron con autoridad a los Hawks y se deshicieron de los Pacers en seis partidos tras un milagroso 3+1 de Larry Jhonson. No todo fueron alegrías. Ewing se rompió el tendón de Aquiles y se perdía la ansiada final. La mala suerte volvía a frenarle en seco. Ahí se esfumó el milagro. Los Spurs de Duncan y Robinson aprovecharon su ausencia y dinamitaron la eliminatoria (4-1).
El reinado de Patrick tocaba a su fin, aunque aún tendría la oportunidad de vivir su última final de conferencia ante los Pacers, resuelta por Indiana (4-2). Tras 15 años liderando a sus queridos Knicks, ‘Pat’ optó por acabar su carrera en Seattle y Orlando. 11 veces All-Star y doble campeón olímpico con Estados Unidos (1984 y1992), Ewing promedió 21 puntos, 9,8 rebotes y 2,4 tapones en 17 temporadas. Integrante del Salón de la Fama, excelente defensor, gran intimidador y un seguro en la zona, como sostiene su alto porcentaje en tiros de campo, un 50,4%. Disputó más de mil partidos en la ‘Gran Manzana’ y, a día de hoy, continúa siendo el rey más venerado del Madison Square Garden. Se quedó a las puertas del anillo, al igual que Miller, Iverson, Barkley, Malone, Stockton, Maravich o Gervin, pero su corazón milenario continúa latiendo en Nueva York a ritmo de baloncesto.
Fotos: www.nba.com, talkinhoopz.com y www.marca.com
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