Humildad, unión, casta, lucha y, sobre todo, mucha fe. Son los valores y emblemas más preciados de un Atlético de Madrid que, a lo largo de su historia, siempre ha sido capaz de levantarse en los momentos críticos, de máxima presión. Los colchoneros han aguantado multitud de golpes de su eterno rival durante 14 años, pero nunca han perdido la esperanza. Nada ni nadie puede arrebatarles su orgullo de campeón. Es lo que Diego Pablo Simeone ha inculcado a sus pupilos; ese carácter competitivo que avala a un equipo de espíritu inquebrantable. Y lo ha conseguido aparcando, desde el primer momento, el egocentrismo, la hipocresía y los malos modos, impropios de un conjunto campeón.
La grandeza rojiblanca se entiende desde un modelo de trabajo ejemplar en el que impera el sentido común y la cordura. No existen imposibles, sí retos a conquistar. El poder de Neptuno es inmenso. Levantar cuatro títulos de Copa ante el Real Madrid refleja la condición de un guerrero que se convierte en inmortal en el Santiago Bernabéu. La leyenda atlética se agranda en el coliseo blanco. Está escrito. Nueve de sus diez torneos coperos nacen en el estadio merengue. Sublime, letal.
El destino castiga, merecidamente, al conjunto de Chamartín después de que Mourinho despreciara una y otra vez a muchos de sus futbolistas e, incluso, a la propia institución. La arrogancia le define y le retrata. Florentino Pérez, máximo responsable de la entidad, ha consentido su juego sucio durante tres años. Y le ha salido caro, carísimo. No cuidar las formas ni velar por la imagen del club es intolerable. Ni siquiera ha rectificado cuando aún estaba a tiempo.
En febrero, el equipo parecía renacer, despertar de su letargo. Soñaba despierto. Un espejismo. Poco después, reapareció ese ambiente hostil y hasta los máximos defensores del preparador de Setúbal, como Cristiano Ronaldo o Pepe, se acabaron rebelando. La plantilla no aguanta más. Pocos comulgan ya con sus teorías conspiratorias. El ‘dedazo’ a Vilanova, el menosprecio al trabajo de Toril con la cantera o sus continuas malas formas con la prensa y los jugadores son algunos de sus ‘éxitos’. Tres títulos (Copa, Liga y Supercopa) desde su llegada. No ha estado a la altura de las exigencias. ¿Alguien lo duda?
La actitud de Mou es más que reprochable. Prefirió centrarse en la mala suerte y en el árbitro con tal de no reconocer el gran trabajo del Atlético, en contraposición a las palabras de Sergio Ramos, que sí es un baluarte del madridismo. El luso no admite, realmente, el fracaso de su gestión deportiva porque señala, de manera reiterada, a sus futbolistas. Los condena públicamente, también después de la final de Copa: “Lo siento, no puedo tirar penaltis”. Ha sido la traca final tras las repetidas humillaciones que ha tenido que soportar Casillas, el capitán del Real Madrid y de la Selección. Puede ser comprensible que Iker no juegue ni un solo minuto por el gran momento de Diego López, pero no que se ponga en duda su trabajo y profesional cuando, paradójicamente, Mou ya reclamaba el Balón de Oro para el portero de Móstoles en 2011.
Demasiado poder para un entrenador ‘top’ que no lo ha demostrado y que cree estar por encima de una entidad que cuenta con 111 años de historia. Y más lamentable aún que la directiva no le haya parado los pies ni le reprochara su ausencia en el palco. Tampoco subió Cristiano, que acabó desquiciado. Es la mejor palabra que puede definir, ahora mismo, al Real Madrid. La incertidumbre se apodera de un club que vuelve a navegar sin rumbo, el que sí ha encontrado el Atlético.
Fotos: http://www.rtve.es y es.eurosport.yahoo.com
Sígueme en Twitter, Facebook y Google Plus